Nuestra mayor preocupación era que el caballo iba a llevarnos a todos, 8 personas incluida su esposa quien nos iba a acompañar, una fotocopiadora, un tanque de gasolina y una caneca de alumino. Cuando le comentamos, nos dice, “Frescos, ese man resiste mucho…eso aguanta!”. Nos explicó que hasta le ha cargado 2 toneladas y que “el man” (refiriendose a su caballo) va “fresco”.
Ya preparándonos para empezar el viaje, salieron todas las personas que vivián en ese lugar, a mirar que era lo que hacíamos ahí. Mientras amarrabamos la cámara al lomo del caballo, escuchamos una niña diciendo: “El caballo se va a volver fotógrafo”, lo cual nos llamo mucho la atención pues era lo que pretendiamos y fue una niña quien lo dijo en palabras sencillas.
Algo muy bueno que nos pasó fue que por alguna razón, nos sentíamos completamente seguros y tranquilos en la ciudad. Por el hecho de ir montados en una zorra, experimentamos nuestra ciudad desde otro punto, el cual siempre apartamos o que siempre tratamos de ignorar.
Era impresionante ver como estaba a cargo de todo: nos cuidaba, cuidaba a su esposa, manejaba la zorra (que como pudimos ver es todo un arte), hacia negocios y respondía a todas nuestras preguntas.
Otras curiosidades de esta vivencia que vale la pena comentar: La gente en la calle nos miraba bastante raro. Algunos nos miraban de reojo, otros se reian. El caso era que llamabanos mucho la atención.Muchos no se quedaban callados mirando sino que nos gritaban cosas como: "¡Bogotá es Colombia!" (Con la respectiva chiflada), "¡Estas zorreras tan buenas!", en conclusion, eramos todo un espectáculo para la ciudad.
De la misma forma nos dimos cuenta que John comente todas las infracciones de tránsito posibles, pero alega y le molesta cuando alguien mas las hace.
El arte de manejar la zorra es algo impresionante. Frenarla no sólo consiste en parar el caballo, sino que también implica una técnica especial de frenado con los pies, la “direccional” es sacar y sacudir la mano. Es más, John llegó a discutir con un taxista que paró a dejar una persona y no colocó las estacionarias.
En fín, fueron muchas las enseñanazas y las anécdotas que nos permitieron aprender estas pequeñas cosas que hacen de Bogotá algo único.
Natalia Ocampo/Lina López
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